Vamos con las novedades del día.
He tardado un poquito en actualizar el blog porque no quería hacerlo antes de corregir el examen de esta mañana. Mañana probablemente dedique un ratito a comentar con vuestros hijos tanto el examen como su desempeño. Entretanto, podéis ir abriendo boca consultando su calificación en el módulo de Seguimiento Educativo de EducamosCLM (en el apartado Seguimiento del alumnado >> Controles y exámenes del menú de la izquierda). Hay de todo, aviso a navegantes…
Imagino que estarán estudiando de cara al de mañana de Social Science con doña Laura. El tipo de examen no se alejará mucho de lo que han hecho hoy conmigo, por lo que comprobar su nota en el de hoy os puede dar pistas de cómo de bien (o regular) se lo están preparando.
Aparte del examen, hoy llevan unas poquitas divisiones porque hemos avanzado algo en el tema. La explicación ha sido muy breve (demasiado para mi gusto), por lo que mañana incidiré mucho más en ello. Hoy a sexta ya no estaban las cabezas en disposición de escucharme hablar de números. En la pizarra, junto a mi tarea, había otra de la asignatura de Valores (que entiendo que les pusieron ayer dado que hoy no tocaba.
En cualquier caso, el motivo principal por el que quería escribir (aparte de por la calificación del examen) es para avisaros de que hoy me ha tocado ejercer de poli malo. Llevo varios días (desde el principio del curso, en realidad) observando que cuando la campana toca para marcar el final del período de recreo, en lugar de acudir al lugar que nos han asignado y echar el freno, seguimos jugando (e incordiando) a cualquiera que sea el niño que pasa cerca de nosotros. Se supone que deben formar una fila para que rápidamente desalojemos el patio y así puedan entrar en él los alumnos de los cursos del segundo turno, pero ya os digo que una cosa es lo que se supone que debemos hacer y otra muy diferente lo que hacemos.
El caso es que hoy ha pasado lo que antes o después sabía que iba a pasar. Con la fila “formada” (es un decir) les he dado la instrucción de subir a clase, conmigo abriendo el paso (como siempre). A medio camino me ha extrañado el “silencio” que me perseguía, así que he parado para girarme y ver qué pasaba detrás de mí… y me he encontrado con una fila formada únicamente por dos cabezas, las únicas que se habían enterado de que teníamos que subir. A esas dos cabezas las he enviado a clase, porque además teníamos a Marc ya esperándonos para empezar su sesión de conversación en lengua inglesa y yo me he quedado en la escalera, mirando directamente a la puerta de entrada al patio, para ver si alguno se daba cuenta de que ni yo ni algunos compañeros estábamos ya allí, sino que habíamos iniciado la marcha. Doscientos niños después, en el patio solo estaban ellos, felices y contentos, corriendo de arriba a abajo, saltando los unos encima de los otros y dándose algún que otro empujón. Teniendo en cuenta que no parecían darse cuenta de que antes había doscientos niños más con ellos, esperar que notaran mi ausencia era mucho esperar.
No abandonar el patio a tiempo implica retrasar la salida de los compañeros del segundo turno, así que toca ir disculpándose delante de ellos, pidiéndoles comprensión y diciéndoles que no volverá a pasar, así como llegar tarde a nuestra clase, donde un profesor llevaba casi diez minutos más solo que la una (bueno, tenía dos cabezas con las que conversar).
Ha tocado regañina (porque no me gusta que por nuestra culpa haya gente perdiendo el tiempo) y advierto que mañana habrá que apechugar con las consecuencias. Cosas que pasan y que forman parte del día a día en el colegio.
Un saludo.